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Cuando terminó la contienda, unos pocos de ellos fueron juzgados. La gran mayoría quedó libre de culpa y cargo, y los países ganadores, en particular Estados Unidos, Inglaterra y la URSS, se llevaron a los más eminentes. No para juzgarlos, sino para ponerlos a trabajar. La Argentina peronista no fue precisamente la excepción, y recibió, al amparo del gobierno de Juan Domingo Perón, a Friedrich Bergius, Premio Nobel de Química, que colaboró activamente en la redacción del Primer Plan Quinquenal del peronismo y a Joseph Mengele, el médico de la muerte, que vivió en paz durante más de una década, con la anuencia local pero también del gobierno de Alemania.
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