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Pero la emoción duró poco. Días más tarde, la casa central de la distribuidora decidió cancelar este lanzamiento en todo el territorio latinoamericano.
Se temía que nosotros, siendo el eje central de la historia la justicia por mano propia ante la falta de resolución por parte de la ley, impredecibles habitantes del tercer mundo, saliéramos a la calle armados hasta los dientes a aniquilar a todo aquel que nos hubiera rayado el auto, entregado un vuelto con cincuenta centavos menos o incluso, mirado de reojo.
La cuestión ineludible que aquí se presenta es, ¿por qué creer que América Latina reaccionaría de modo más agresivo ante una película que toca las mismas delicadas fibras humanas independientemente de nuestra nacionalidad?
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