12 de septiembre de 2008

El frasco

Pérez es un hombre de cuarenta años, sin amigos, tímido, serio, y de pocas palabras. Él es chofer de una línea de ómnibus que une dos pueblos bonaerenses, y en sus viajes de todos los días saluda de la misma manera a la misma gente, frena en los mismos paradores, duerme en los mismos hoteles. La monotonía solo es interrumpida por esos momentos que comparte con Romina, la maestra del pueblo a quien también le cuesta relacionarse con las personas, y que vive en una casa rodante.
Por cuestiones del Ministerio de Educación y las eternas circulares, Romina debe hacerse un análisis, un chequeo de rutina, y al no poder llevar el frasco con la muestra de orina, le pide a Pérez que le haga ese favor. Honrado al sentirse valioso por su amada en secreto, Pérez cuida con celo ese frasco, tanto lo admira embelezado que en un descuido se le cae y se rompe. Para salvar el inconveniente se le ocurrirá una absurda solución y comenzará así una historia de amor muy especial entre esa pareja que, lentamente, va conociéndose y descubriendo sus angustiosos pasados.

Escrita por Pablo Solarz, autor de la exitosísima comedia “Un novio para mi mujer” –que ya está a pasos de superar el millón de espectadores-, Dario Grandinetti se destaca con una buena actuación de ese hombre contenido, reprimido ante el recuerdo y la culpa de aquella tragedia en su adolescencia.
El letargo de la vida de pueblo es retratado a través de la quietud de ciertos personajes, y es aquí donde Leticia Bredice encarna a una maestra sensible y sumisa que dota al relato de un carisma especial. Ella hace que la vida de esa mujer no sea muy distinta a la de cientos de personas que se refugian en el trabajo para escapar de los problemas familiares.

Nuestra opinión: n n n n n

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