Manuel Baigorria, personaje real de la historia argentina, tuvo una vida de leyenda. En 1832, este puntano nacido en el seno de una familia unitaria, se exilió por diferencias con Juan Manuel de Rosas en el “desierto” junto a los indios ranqueles, y así logró lo que ningún cristiano alcanzara: ser un jefe, un “lonko”, para los temibles guerreros del sur. Con un pie en cada mundo, se jugó la vida a diario, y tomó decisiones impensables para la mayoría de los mortales. Desde la orilla blanca lo llamaban “Demonio del coraje”; desde la orilla india, “Baigorria Toro” o “Lautramán”, que significa “cóndor petiso”. La horrible cicatriz que le cruzaba la cara, fruto de una herida de sable, era su marca, su signo personal. Y como él, la Patria también estaba marcada por la herida de la guerra civil.
Con una pluma ágil y fiel al lenguaje del suelo que lo vio nacer, Daila Prado recrea la historia del hombre que vivió con el cuerpo y los sentidos afilados como puñales y de la frontera, esa tierra de todos, y de nadie.
Con una pluma ágil y fiel al lenguaje del suelo que lo vio nacer, Daila Prado recrea la historia del hombre que vivió con el cuerpo y los sentidos afilados como puñales y de la frontera, esa tierra de todos, y de nadie.
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