Basada en la popular obra teatral francesa “La cena de los tontos”, esta reversión norteamericana cuenta la historia de Tim (Paul Rudd) un ejecutivo en ascenso que está a punto de recibir su primera invitación a la “cena para tontos”, un evento mensual organizado por su jefe quien promete otorgar beneficios al ejecutivo que se presente con el mejor idiota de la noche. Julie, la novia de Tim, opina que dicho evento es patético, por lo que Tim decide no ir a la cena. Pero todo cambiará cuando por accidente conozca a Barry (Steve Carell) un inocente empleado de Hacienda con un particular hobbie: embalsamar ratones y darles forma de acciones humanas. Tim no puede resistirse e invita a Barry a la cena, quien a partir de ese momento comenzará a generar una serie ininterrumpida de malos entendidos.
Colocando en el centro de la escena a una pareja de probada química como lo es el dúo Rudd-Carell (ya habían trabajado juntos en el exitosa “Virgen a los 40”), el filme que no pasó por las salas locales tiene su único gran problema en la extensa duración: suprimiendo media hora del metraje y llevándolo a unos más cómodos noventa minutos, no sólo se hubiese ganado en ritmo sino que las bromas, desperdigas por aquí y allá, hubieran estado más cercanas entre ellas, generando una sensación de comicidad más aceitada de la que termina teniendo el producto final. Las escuetas participaciones de Lucy Puch (“Conocerás al hombre de tus sueños”) merecen ser destacadas.
Nuestra opinión: Buena
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