2 de septiembre de 2011

La vitalidad de los afectos

“Cualquier semejanza con la realidad es puro conocimiento de la raza humana”. Así comienza este relato basado en la vida del escritor cuarentón Gunther Strobbe, quién rápidamente viaja en sus recuerdos a la época en que tenía trece años y sus días eran de todo menos tranquilos. Abandonado por su madre, Gunther vive en una pequeña casa junto a su abuela, su padre y sus tres tíos: una manada de toscos, brutos y feos que izan la bandera de la cofradía con un marcado sentido de la hermandad. La cerveza corre por litros y sirve como medio para divertirse, para olvidar, para conocerse y para desinhibirse. La llegada de la única mujer de la familia junto a su hija, es una brisa de aire nuevo. Sin embargo, la tensa relación que une a Gunther con su padre parece no encontrar solución mientras ambos vivan bajo el mismo techo y el hombre decida comenzar un programa de desintoxicación. La visita del servicio de protección infantil será el primer paso en el largo proceso de recuperación de los vínculos y la reconstrucción del amor entre ellos.

Esta coproducción entre Bélgica y Holanda, que sólo será proyectada en calidad DVD, retrata al detalle a una familia marginal poniendo el ojo en el absurdo que se esconde detrás de algunos momentos dramáticos, proporcionando un comic relief que no se ciñe a un único personaje. Tanto los momentos de prosperidad (aquel que coincide con el recital de Roy Orbison genera una sonrisa complice) como aquellos de vacas flacas contextualizan el tema central del filme: la decisión de hacerse cargo de los hijos, más allá de que ellos no hayan sido buscados y fueran concebidos por un descuido. La responsabilidad y el sentido de la paternidad es una cuestión generacional, trascendente, que atraviesa las diferentes épocas en las que se desarrolla el relato.

Nuestra opinión: Buena

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