17 de junio de 2011

Los agentes del destino

David Norris (Matt Damon), político en ascenso con grandes chances de acceder a una banca del Senado norteamericano descubre, a último momento, que una foto poco favorecedora evaporó sus oportunidades de triunfar. En el baño del hotel Waldorf Astria, mientras ensaya el discurso con el que admitirá la derrota, conoce a Elise Sellas (Emily Blunt), una bailarina que lo dejará impactado. Es amor a primera vista. Varios días después, camino a su nuevo trabajo, David vuelve a encontrarse con Elise y decide que esa misma noche la invitará a salir.
Fuera de todo plan, un grupo de hombres conocidos como el Bureau de Ajuste le informa a David que esa relación no debe prosperar y que ellos harán todo lo posible por evitarla. Él decide dejarla ir, pero no tardará en arrepentirse.

El prometedor comienzo (los primeros treinta minutos son de un atractivo impresionante) y la excelente química que existe entre el dúo protagónico (¿quién puede negarse al acento de Blunt?) auguraban un film a tener en cuenta. Con el correr del metraje, los cambios de rumbo, la solemnidad de ciertos pasajes, lo aún más inverosímil que se vuelve la historia (es ciencia ficción desde el comienzo, pero todo tiene un punto de inflexión) y las reiteradas complicaciones que debe enfrentar el personaje de Damon terminan por desperdiciar una de las premisas más originales que proponía la industria cinematográfica en este 2011.

Nuestra opinión: Regular

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