Desde mediados de la década del ochenta, el arte se ha convertido en el movimiento cultural por excelencia. Varias generaciones de artistas han contribuido para que así fuera, pero esa no es la única razón. En paralelo, un mercado que ya estaba desarrollado se multiplicó varias veces, creando un microcosmos con leyes propias, personalidades de leyenda y eventos paradigmáticos.
El impactante resultado de este proceso fue el surgimiento de un nuevo mundo del arte, que va de las subastas a las galerías neoyorkinas, de las Bienales a los encendidos debates de la crítica, de las Ferias internacionales a la revalorización de los museos, los coleccionistas y las grandes muestras. Es un cóctel fascinante de talento y glamour, de osadías vanguardistas y especuladores financieros, de excéntricos, estrellas fugaces y maestros.
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