Basado en un caso real de 1980, el film retrata la historia de Kenneth Waters (Sam Rockwell), un granjero condenado a cadena perpetua por el asesinato de una vecina. A pesar de que las pruebas no eran lo suficientemente fuertes, el pasado revoltoso y delictivo de Kenny fueron las causas que lo terminaron llevando tras las rejas. En un intento por demostrar la inocencia de su hermano, y ante la imposibilidad de pagar un abogado que confiara a ciencia cierta en que Kenny era inocente, Betty Anne (Hilary Swank) decide comenzar a estudiar derecho para ser ella misma quien defienda el honor de su desintegrada familia.
La narración se desplaza constantemente desde el momento en que se cometió el crimen y las dos décadas en las que Kenny estuvo preso. El diseño de producción y las correctas actuaciones de todo el elenco tratan de resolver son soltura las flaquezas de un guión convencional que apenas raspa la superficie de una historia con mayor (desaprovechado) potencial dramático. Los recuerdos de las travesuras de la infancia de los hermanos apelan a un sentimentalismo tan básico que son contraproducentes a la agilidad de la narración. Además de los siempre convincentes Rockwell y Swank, hay pequeñas participaciones de Clea Du Vall, Juliette Lewis (casi irreconocible), la reciente ganadora del Oscar Melissa Leo y Minnie Driver, quien continúan en su camino por reinsertarse en el mundo del cine, trabajo que viene realizando de a poco pero con constancia.
Nuestra opinión: Regular
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