
Porque la imagen de ese hombre de melena leonina y mirada acerada lo ha devuelto al verano de fines del setenta y cinco, cuando su intento de mediar en la liberación del presidente de la empresa, el señor Fausto Tamerlán, secuestrado por la organización Montoneros, lo lleva, tras una cadena de fatalidades y malentendidos a convertirse en jefe de columna de la misma organización guerrillera
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