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Estos visitantes, naturalmente, tenían una vivencia sesgada de la ciudad. A sus espaldas, delante de ellos aunque quizás sin apreciarlo, Mar del Plata crecía y se afirmada los doce meses del año, no sólo durante el verano. Esto es algo obvio, pero no siempre se considera: la coexistencia de la ciudad turística y no-turística, el mundo del ocio y el mundo del trabajo.
Un mar de memoria es un reflejo de Mar del Plata como totalidad. En primer plano, por supuesto, la ciudad del veraneo, con sus playas y el casino, con las ramblas (la actual y las de comienzos del siglo XX), los hoteles y la sociabilidad que se desplegaba en estos escenarios. Pero también con el trabajo y la política, con esa escena menos recordada y que al cabo resulta clave para entender el desarrollo de una metrópolis.
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