Julia (Martina Guzmán) amanece en su departamento, rodeada de los cuerpos ensangrentados de dos hombres. Uno de ellos aún vive; el otro ha muerto. Ambos, de un modo confuso y simultáneo, han sido sus amantes. Julia está embarazada de uno de ellos.
Julia se entrega a la policía y es enviada en la unidad penitenciaria 31 de Ezeiza, donde se alojan las reclusas madres o embarazadas. Allí pasa los días iniciales abstraída y ajena, como si el hombre que asesinó y el hijo que espera fueran cosas irreales, cosas de otro.
Dos personajes se incorporan a su vida. Uno es Marta(Lola García) una compañera de reclusión que ya ha criado dos hijos adentro de la cárcel y que se convierte en guía y consejera; el otro es Sofía(Elli Medeiros), su propia madre, un personaje ambiguo con el que Julia se reencuentra después de muchos años. Sofía trata de reparar los errores del pasado, ayuda a su hija, le contrata un buen abogado, le lleva ropa para el bebé, y de a poco restablece la relación con Julia.
El hijo nace, se llama Tomás. La crianza en la cárcel es difícil. Sin embargo, Julia comienza a sentirse madre casi sin quererlo. Comprende que lo único que le importa es la nueva criatura que ahora la acompaña, que no hay para ella más vida que la de ese niño.
Pablo Trapero (Mundo Grúa, El Bonaerense) no encara esta dura historia con el morbo o el golpe bajo previsible, sino que lo aborda desde el dolor de las madres que deben criar a su hijos lejos de la libertad que merece la niñez. Profundo drama, interno y externo, de estos personajes, muchos de ellos encarnados por verdaderas reclusas y celadoras de las más de tres unidades penitenciarias donde se rodó la película.
Martina Guzmán se consagra en esta pieza, de la cual fue además productora ejecutiva, y el brasileño Rodrigo Santoro demuestra que bien puede ser efectivo en piezas menos comerciales como lo fueron sus trabajos en "300" y su breve paso por la isla de Lost.
Nuestra opinión: n n n n n
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