26 de agosto de 2011

Quiero matar a mi jefe

No todos tienen los trabajos que desearon ni aquellos por los que dedican horas y horas de su vida… pero tener un ambiente laboral hostil y un jefe que se transforme en la peor pesadilla imaginable es algo muy distinto. Nick está a punto de convertirse en vicepresidente de su empresa, pero para ello debe enfrentarse con su superior, un ser desagradable e insensible que goza humillando a sus empleados. Dale, un asistente odontológico es acosado constantemente por su ninfómana jefa, quien mediante insinuaciones, chantaje, manoseos y frases calientes quiere convencerlo de tener sexo. El único que parece tener el empleo perfecto es Kurt, quien deberá enfrentarse con la realidad cuando su empleador/mentor sufra un infarto y su despótico hijo tome el mando de la empresa familiar. Por razones varias, renunciar no es una opción para ninguno de ellos, así que los tres amigos contratan a un infalible sicario para eliminar a sus jefes. Pero hasta el plan más perfecto tiene (muchas) fallas.

Esta prometedora comedia que parece salida del modelo creado y repetido (e imitado) por Judd Apatow tiene la mayor parte de sus logros en su primera mitad. Ingeniosa, de diálogos dinámicos y bromas sutiles apenas perceptibles, cuando decide apostar al humor físico y las persecuciones, pierde parte de la agilidad y de las intenciones primarias. En los roles hacia los que apuntan todos los dardos se encuentran un casi irreconocible Colin Farell, la muy sexy versión morocha de Jennifer Aniston y un desbordante Kevin Spacey. Del sufrido trío dinámico, tanto Jason Bateman como Jason Sudeikis (Saturday night live) están correctos y acordes a sus personajes, pero es Charlie Day (It’s always sunny in Philadelphia) quien se recorta del resto y termina siendo el gran sustento hilarante, aquel que provoca mayor cantidad de carcajadas.

Nuestra opinión: Buena

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