Las personas a las que robó, y los familiares de las personas a las que en verdad él mató, lo consideraban un criminal. Pero los artículos sensacionalistas y las novelas baratas de 1870 que narraban las andanzas de la banda de James, hacían de Jesse un personaje temible y a la vez admirable. Era una especie de Robin Hood, decían ellos, que robaba a los bancos y a los dueños del ferrocarril que explotaban a los granjeros pobres. Era un hombre que tenía una causa trágica, un soldado confederado con quien habían sido injustos y también había sido herido. Ahora él le daba su merecido a la Unión que había arruinado su vida. Y lo más importante de todo: para la mayoría de la gente que vivía en la ciudad y que llevaba un estilo de vida común, él era el último símbolo de los colonizadores, un símbolo de la libertad y del espíritu americano, él era un líder carismático que violaba las leyes y vivía bajo sus propias reglas.
Entre sus más destacados admiradores se encontraba Robert Ford, un ambicioso idealista que toda su vida había soñado con cabalgar algún día al lado de su ídolo. ¿Quién hubiera imaginado que él quedaría para la posteridad como el “cobarde” que le disparó a Jesse por la espalda? ¿Cómo pudo Robert Ford terminar con algo que los alguaciles de diez estados habían intentado infructuosamente? ¿Cómo llegaron Robert y Jesse a ser amigos? ¿Qué sucedió entre ellos en las horas anteriores al balazo que terminaría con la vida del forajido? Nunca nadie sabrá toda la verdad.
29 de noviembre de 2007
El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford
Como fuera que se lo viese, Jesse James era una leyenda. Sobre él se escribieron cantidades de libros contando sobre su gran personalidad y sus incontables y valientes proezas, pero él no era ningún héroe, Jesse era el bandido más famoso de norteamérica.
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