Un abogado, un intento de homicidio, una prostituta y un cliente millonario no son ingredientes originales para una novela de suspenso. Sin embargo, si ese abogado fue creado por Michael Connelly la historia y los personajes se presentan inevitablemente como clásicos del thriller.
Ya el autor nos introdujo al mundo de Harry Bosch, quizás el mejor heredero del Philip Marlowe de Chandler, en novelas como El eco negro y Último recurso entre otras. Ahora nos presenta al hermanastro de Bosch.
El abogado defensor Michael Haller siempre ha creído que podría identificar la inocencia en los ojos de un cliente. Hasta que asume la defensa de Louis Roulet, un rico heredero detenido por el intento de asesinato de una prostituta. Por una parte, el caso supone la defensa de una persona presuntamente inocente; por otra implica unos ingresos desacostumbrados. Poco a poco, con la ayuda del investigador Raul Levin y siguiendo su propia intuición, Haller descubre cabos sueltos en el caso Roulet.
La filosofía del fatalismo está presente en todo el libro, al igual que el amor a la ciudad, un cierto desprecio a la policía y las incompetencias burocráticas.
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