París, además de una ciudad, es un concepto, un punto de referencia, construido a lo largo de décadas. Fue el motor y el escenario de la Modernidad en la segunda mitad del siglo XIX, y el centro de la cultura en la primera mitad del siglo XX. En ambos momentos fue, también, un faro y una usina de las ideas y la política. Este largo reinado, no exento de azares y violencias, parece terminar tras la Segunda Guerra Mundial. Una vez que el mundo despierta de esa pesadilla, el centro ha cambiado de continente. Se fija en Estados Unidos, y durante los sesenta la nueva ciudad luz será Nueva York.
En Argentinos de París, Isabel Plante reconstruye esta trama y hace visible su singularidad. Analiza el efecto de esas obras, que se sentirá a ambos lados del Océano, con lecturas distintas y con una marca de una originalidad que inaugura una época y, de algún modo, un tipo de relación con las metrópolis europeas. Hay pocas experiencias del arte argentino contemporáneo tan importantes y distintivas, y tan poco estudiadas. Hasta hoy. Este libro luminoso y sorprendente hace justicia a la huella múltiple y compleja de los artistas.
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